martes, 5 de febrero de 2008

Los Alimentos Transgénicos

(...) A la industria química no le interesa que se sepa que, además de los efectos neurológicos, cancerígenos y dérmicos de los pesticidas, hay que añadirles los efectos estrogénicos, aún más preocupantes si cabe, pues suponen un peligro directo para la supervivencia.

Los pesticidas y ciertas sustancias químicas tienen la capacidad de mimetizar la función de las hormonas femeninas en los animales y el ser humano, y producir daños irreparables en el sistema reproductor y en el inmunológico.

Y, lo nuevo, es que no hacen falta grandes dosis para que esto ocurra. Hay constatación de que cantidades tan insignificantes como una décima parte por billón de estas sustancias químicas disruptoras hormonales, pueden alterar el curso del desarrollo embrionario, tanto de animales como del ser humano. Con lo que el argumento tan utilizado por la industria de que las pequeñas dosis no son peligrosas, se ha derrumbado.

Hay en el mercado unas 100.000 sustancias químicas sintéticas, y cada año se introducen 1.000 más, la mayoría sin una verificación adecuada. Unas 2.000 son pesticidas, de éstos sólo el 8% se ha verificado si son cancerígenos o mutagénicos.

Los pesticidas, además de ser una de las principales causas de la erosión y desertización de las tierras (en España el 50% de las tierras sufre el proceso de desertización), según la OMS, causan la muerte a 220.000 agricultores cada año en el mundo, y producen 5 millones de envenenamientos no mortales.

Después, las elevadas dosis de agroquímicos y de aditivos que contiene la comida, la convierten, según datos oficiales, en origen del 60% de las enfermedades degenerativas actuales. Pues bien, a esta ya frágil situación hay que añadirle el peligro que implica la implantación a nivel mundial de los alimentos transgénicos.

En contra de las promesas de la industria de que con la ingeniería genética se podría evitar el uso de los pesticidas, la realidad es que el objetivo está siendo potenciarlos. La casi totalidad de los 34 millones de hectáreas dedicadas a los cultivos transgénicos en el mundo son plantaciones resistentes a los herbicidas, que venden las mismas empresas. Los casos de la soja transgénica de Monsanto, resistente al herbicida Raundup, y el del maíz transgénico de Novartis, resistente al herbicida

Basta, son un claro ejemplo: están manipulados precisamente para que puedan tolerar cantidades de herbicida hasta tres veces superiores a las habituales.(...) Así que las promesas de mejoras del medio ambiente que provengan de los mismos que están contaminando son falsas; marketing puro. (...)

Por otro lado, existe una gran preocupación por el riesgo que supone el consumo de alimentos manipulados genéticamente para la salud. Por una parte, se anuncia recrudecimiento de enfermedades ya existentes y, por otra, la aparición de nuevas enfermedades, como consecuencia de introducir en nuestro organismo genes de otras especies o nuevas formas de vida, creadas en el laboratorio, cuyo comportamiento se desconoce por completo.

En 1995, los científicos preocupados por la Nueva Biotecnología, declaraban en Penang (Malasia): "Algunos organismos genéticamente manipulados han sido creados por medio de virus desarrollados artificialmente. Dado que los virus pueden causar o inducir mutaciones, la posibilidad de que los vectores desarrollados puedan ser carcinogénicos para el ser humano es motivo de gran preocupación".

La manipulación genética no es una mera extensión de los métodos tradicionales de cultivo y fermentación, como pretende hacernos creer la industria y los científicos a su servicio. E. de la Graete de la Comisión de Asuntos Económicos y de Política Industrial del Parlamento Europeo, decía en su informe sobre la propuesta de reglamento para alimentos transgénicos: "Su característica principal consiste en que el material genético puede ser transferido de un organismo vivo a otro, atravesando las barreras que se han creado entre las especies a lo largo de millones de años de desarrollo evolutivo.

Estas nuevas creaciones genéticas artificiales nunca han formado parte de los alimentos consumidos por el hombre y sus consecuencias para la salud pública, el medio ambiente e incluso de nuestro sistema agrícola son difícilmente imaginables desde la perspectiva actual".

Nadie puede afirmar que los alimentos manipulados genéticamente sean inocuos. Bien al contrario, los genes de resistencia a antibióticos en los alimentos es un tema que preocupa a la propia comunidad médica, pues los patógenos pueden adquirir estos genes y hacerse resistentes a los antibióticos. Esto empeorará la ya grave situación actual, reconocida por la OMS como una de las peores crisis sanitarias, a causa precisamente de la resistencia de los patógenos a los antibióticos.

(...) Estamos ante una tecnología que manipula y modifica genes de plantas, animales y seres humanos, de los que se desconoce en gran parte su secuenciación, y aún más se desconoce el contenido y significado de esa información. Y a pesar de ese desconocimiento se está interfiriendo, en nombre de la ciencia, en los genes sin saber qué va a suceder.
Además, la ingeniería genética nos trae un elemento nuevo, verdaderamente inquietante: los errores genéticos que se cometan hoy, de la índole que sean, ya no podrán jamás ser rectificados.

(...) Conocer los genes es desde luego un gran adelanto para la ciencia. Nadie puede negar, por ejemplo, el buen uso que puede hacer la medicina para predecir y prevenir enfermedades. El peligro empieza cuando el conocimiento biotecnológico se queda en manos y bajo control de las industrias para usos comerciales sin tener en cuenta la repercusión que ello pueda tener en la salud ni en el medio ambiente.

No. No estamos en contra de la ciencia. Estamos en contra de los científicos al servicio de las industrias sin escrúpulos, capaces de utilizar una tecnología peligrosa e innecesaria, como es la ingeniería genética, para la obtención de alimentos.

Ante los problemas de contaminación y de salud que presenta la agroquímica, incrementados ahora por la ingeniería genética, existe desde hace más de 50 años la Agricultura Biológica, una forma respetuosa de cultivar la tierra en la que está prohibido, por ley, el uso de pesticidas y abonos químico-sintéticos, y de manipulación genética.

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